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RODOLFO LIVINGSTON, UN IMPRESCINDIBLE


Fotografía del arquitecto Rodolfo Livingston
Fotografía del arquitecto Rodolfo Livingston

Querido Rodolfo:

Difícil despedirte. Brillante, agudo, denunciando problemáticas humanas y sociales de manera incisiva con un gran sentido del humor que reflejan absurdos comportamientos cronificados.


Pusiste siempre en primera persona al ser humano, a los habitantes del mundo que construimos. Supiste escucharlo, reinterpretar sus necesidades, y brindar respuestas audaces y sencillas a la vez.


Me identifiqué contigo al leerte y se me generó un diálogo interno con tus textos que muy pronto se transformó en un diálogo contigo mismo. Conmovida, conté contigo para la introducción a mi libro “Lo urbano y lo Humano; Hábitat y Discapacidad” en su presentación inicial en la Universidad de Palermo.


Cito de tus palabras allí, entre sonrisas y nostalgia:


“… Lo que el niño, el paciente o el usuario dice, es su demanda manifiesta. Vamos a ver cómo la interpretamos, cómo decodificamos la demanda manifiesta para llegar a la demanda latente; una cuestión que se repite en derecho, en medicina y en arquitectura. Los médicos por lo menos encaran este punto durante su formación, y lo llaman anamnesis, que es cómo escuchar. Los arquitectos, no sólo no aprendemos anamnesis, sino que ni siquiera alguien ha visto un cliente vivo en la facultad de arquitectura. Y los abogados tampoco consideran al arte de escuchar como parte importante de su trabajo. Una señora viene y les dice: “Doctor, quiero que le haga un juicio a mi marido y lo reviente, porque es un miserable”. ¿Cómo reinterpretar eso? (risas). El profesional que hace lo que el cliente le pide, no hace lo que el cliente quiere…


… Esas cosas son altamente interesantes, y no sólo para un arquitecto, también para un abogado, para un médico, para cualquiera: entender al otro. Se trata de la decodificación de la demanda. No basta con escuchar, hay que saber cómo escuchar”.


Nos quedamos con estas palabras tuyas.


Hasta siempre, Rodolfo.


Silvia Coriat y equipo de Fundación Rumbos

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