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Diarios de Viaje.

Cecilia V. García Rizzo. Revista Seguir Andando N° 18, de la Asociación Distrofia Muscular, Sección Rincón Inclusivo, 06/15. Cuenta la experiencia de tres personas con discapacidad motora en diferentes destinos turísticos.



Quienes tenemos discapacidad motora y nos manejamos en silla de ruedas debemos tener en cuenta varios factores al momento de decidir el destino de las vacaciones.


Las condiciones de accesibilidad nunca van a ser como las que tenemos en casa. Para evitar imprevistos imposibles de sortear, es conveniente solicitarle al alojamiento al que se pretende ir imágenes y medidas de sus instalaciones accesibles: anchos de paso en aberturas interiores, espacios de aproximación y equipamiento de los sanitarios, desniveles en el recorrido y ascensores. Muchos lugares cuentan con un buen grado de practicabilidad (grado restringido de accesibilidad) y no lo saben, por ejemplo, los espacios holgados son útiles para los usuarios de silla de ruedas y los espacios compactos pueden ser aliados para las personas con movilidad reducida. Contar con la información nos permite componer la situación y orientarnos: reconocer si nos puede ser funcional o no, si vamos a necesitar contar con asistencia, si tenemos que llevar algún elemento de ayuda personal extra, etc.

Sin embargo, si bien siempre es conveniente estar organizados, todos bien sabemos que van a aparecer cuestiones que nunca podemos prever a la distancia. No hay más que salir a la aventura y tener la experiencia. Y este es el espacio para transmitirla y abrir posibilidades a otros.

Diario de viaje 1: Elvira González Olivera

“¡Hola amigos de Seguir andando! Aunque ya ha transcurrido el verano, nunca es tarde para pasar información útil para aquellos que como yo cierto día descubrieron todo lo que se puede disfrutar de un día de playa. Y esta playa, a la que concurro desde hace 9 temporadas, cuenta con toda la accesibilidad que las personas con movilidad reducida necesitamos: está en el centro (Playa Popular de Luro y la Costa), tiene una bajada de suave pendiente y una pasarela de madera ancha por donde transitar con la silla de ruedas, un gazebo donde cobijarnos del sol intenso sobre un deck de madera y personal especializado que traslada a quien lo desee desde su silla a la silla anfibia, para poder darse un lindo chapuzón en la orilla o acompañar a los más intrépidos a nadar un rato mar adentro. Este maravilloso emprendimiento está llevado a cabo por un grupo de guardavidas consustanciados con la problemática de la discapacidad, dirigido por Ricardo Colonna, quienes integran una ONG llamada “Mar para todos”. La idea es que estas prestaciones se repitan a lo largo de la costa marplatense y se ha logrado que al menos dos balnearios públicos más cuenten no sólo con las sillas anfibias, sino con gente capacitada para atendernos. Como muestra gráfica de lo que se puede lograr, les subo unas fotos mías para que se contagien de mi regocijo nadando a 200m de la costa”.

Diario de viaje 2: Silvia Villamil y su hijo Julio

“Quería informar sobre las disponibilidades que tienen algunas provincias de nuestro país, que personas con distintas discapacidades puedan disfrutar de los tours turísticos que ofrecen. Tengo entendido que para ir a las Cataratas de Iguazú están dada las condiciones para que puedan disfrutar las personas discapacitadas. Esto es importante porque en caso de pacientes con enfermedades neuromusculares, que son niños y adolescentes, generalmente hacen viajes escolares de estudios y de egresados. Tener conocimiento con anterioridad, nos da la posibilidad de asistir sin temor y poder disfrutar.


Por mi experiencia reciente, en Bariloche pude comprobar que están dadas las condiciones. Pertenezco a FUNTEN (Fundación para el tratamiento de Enfermedades Neuromusculares) en Tucumán, vinculada a ADM, a nuestros pacientes también lo asiste la Dra. Lilia Mesa. Mi hijo julio tiene Distrofia Muscular de Duchenne y está en el último curso del secundario por lo que en agosto tuvimos que emprender la aventura del “famoso viaje de egresados a Bariloche", el sueño de todos los adolescentes.


Al no tener conocimiento, nuestro temor era cómo íbamos a manejarnos ante ciertas situaciones, y pensábamos que algunos tours no los realizaríamos. Debo agradecer infinitamente a la empresa SNOW por la cual optamos ir, a los coordinadores y los empleados del hotel que se pusieron a disposición de las limitaciones de Julio. Adaptaron rápidamente la habitación y el baño con ducha portátil. Grande fue nuestra sorpresa cuando fuimos al Cerro Catedral porque hay una Fundación que se llama "Desafíos en la Nieve" que se dedican a que las personas con discapacidad tengan su aventura. Así Julio pudo subir al cerro en las aerosillas y trasladaron la silla de ruedas. Allí disfrutamos del paisaje y espectáculo que nos brindó la nieve junto con sus amigos. También, nos ofrecían la posibilidad de una aventura en trineo, que está equipado y custodiado por cuatro esquiadores profesionales del cual lo van sosteniendo con cuerdas para manejar la velocidad. Este tour se puede solicitar 24 hs con anticipación y el contacto se hace en el hotel sin importar la empresa que viajan, es decir que es programado, lo retiran y regresan en una combi desde el hotel y sin costo alguno.


Pocos eran los boliches con rampa, pero hubo muy buena voluntad de los patovicas que lo levantaron en la silla de ruedas y subieron las escaleras necesarias.


Tanto los adolescentes que eran muchísimos como los adultos ayudaron para que Julio también cumpla con su sueño de viajar. Es hermoso vivir y sentir la solidaridad y el amor al prójimo, estas son las cosas que nos hacen sentir la presencia de Dios. La empresa se hizo cargo del viaje de Julio y su acompañante porque le correspondía por ley, ajeno a los liberados que tienen todas las empresas.


También, quiero contarles cómo se las arregla Julio: siempre lleva una mochila donde tiene una botella de plástico boca grande con tapa (de esas que uno compra para cargar agua los que hacen deporte) para utilizarla como papagayo y un inflador por las dudas se desinflan o se pincha la rueda, más aún en este viaje.


Realmente todos disfrutamos del viaje sin tener ningún contratiempo. Esta experiencia nos hizo pensar a todos que muchas veces dejamos de hacer cosas por nuestros temores, sin embargo, esas limitaciones solo están en nuestros pensamientos.


Agradezco infinitamente a la revista por darme este espacio y poder trasmitirles esta hermosa vivencia”.

Diario de viaje 3: Daniel Salvatierra

“Comenzó como un día cualquiera, me preparaba para ir al gimnasio y cuando llegué me estaba esperando el grupo terapéutico encabezado por la fisiatra con una noticia: por mi seguridad me tenía que sentar en una silla de ruedas ¡mirá vos! Me fui pensando que no fue muy grata la noticia, pero había que tomar una decisión, y claro, la tomé.


Más tarde, y como soy bueno dando vuelta la página, lo que parecía tan oscuro de a poco fue tomando color y calor. Siempre quise conocer Tandil y Tafí del Valle (Tucumán). Por aquellos tiempos esos lugares para mí eran inhóspitos debido a mi inestabilidad al bipedestar, pero ya sentado era otra la historia, se había encendido una llamita. Era hora que esas ruedas empezaran a rodar, era hora de ir a Tandil. Previamente realicé online una tarea de reconocimiento del lugar adonde iba a ir; seguidamente relevé datos necesarios de cabañas que estén adaptadas para nosotros, o al menos que la quieran acondicionar (eran unas 10). Me decidí a llamar después de unos días, mi mano derecha nerviosa pero decidida levantó el tubo y del otro lado se escuchó una voz amigable, y no dudé un segundo en expresarle mi sueño de conocer Tandil; le dije que íbamos dos personas, pero quien me acompañaba sólo iría por un día, que el resto de la estadía yo me hospedaría solo. Le dije que iría con mi silla y que necesitaba los teléfonos de una remisería y algún delivery. Se lo escuchaba asombrado, entonces le aclaré que me quería quedar solo para conocer el límite de mi autonomía. El tipo no estaba muy convencido, no sabía con qué se iba a encontrar, entonces sentencié “Mirá, te cuento que yo a voy a ir sí o sí, yendo a tu cabaña o a otra, y cuando veas un negro en silla por allí, ese voy a ser yo”. “No, quiero que vengas a la mía”, dijo.


Cerramos trato, después me di cuenta que esta dirección no era la primera en la lista, estaba por la mitad, perdida; no sé por qué no respeté el orden. Una vez en Tandil este caballero me recontra ayudó, nos hicimos amigos, bah, las otras familias que estaban en el complejo también se acercaron ¡Qué paradoja! Yo me tomé uno días para estar solo, para reflexionar acerca de lo que me estaba pasando y nunca pude estarlo. El remisero me hizo conocer todo Tandil. Cuando volví ya no me reconocí, ERA OTRO, ¡estaba sentado y era un desobediente al NO SE PUEDE!


Tafi del Valle estaba más cerca y el siguiente viaje fue allí, pero el transporte fue distinto, tomé un avión. Lo primero fue elegir la cabaña, pegué con personas geniales que la administraban, Lore y Nico. Les pedí si me mandaban un coche al aeropuerto de Tucumán y ellos cumplieron. Bajé del avión y estaba Fernando, que antes de subir a Tafi me llevó por el centro y conocí la Casa de Tucumán, una visita rápida porque se venía una tormenta y había que subir rápido; a decir verdad, por la sola subida escarpada con precipicios profundos llenos de vegetación y cantidades de verdes el viaje ya estaba pagado. Pero había más… los paisajes del Valle Calchaquí. Mirando el Valle tuve el honor de ser recibido por un gran cóndor que bajó de las alturas en el Infiernillo (3000m de altura sobre el nivel del mar), inmenso y magnífico cuando desplegó sus alas (por un momento me sentí igual que él). Los Menhires, Amaicha, el museo de la Pacha Mama y la Ciudad Sagrada de los Quilmes; me acuerdo el esfuerzo de Fernando para que llegue hasta las Ruinas (fantásticas, con secretos), las ruedas de la silla se hundían en la arena hasta la mitad, valió el esfuerzo.


Me volví a casa dejando amigos nuevos allá y un deseo de volver. Siguió Mendoza, Uspallata, Puente del Inca, el Aconcagua y en ese mismo viaje llegué hasta San Juan, Pampa del Leoncito, Pasos de los Patos y el hermoso BARREAL; de este lugar tenía una foto que no sé cómo había llegado a mí, pero lo curioso fue que el chofer me llevó hasta ese lugar donde habían tomado esa fotografía. Es inexplicable lo que se siente (muchos de Uds. saben de lo que hablo) no podía hablar, el amigo me paró y sentí que estaba a veinte centímetros del suelo. Más adelante vino Bariloche, Villa la Angostura, el recorrido de los Siete Lagos… maravillas. Siempre el mismo plan de viaje que los anteriores. Hasta llegar a Tilcara, ¡qué belleza! Hice contacto con una posada y sus administradores, Luciana y Javier, pibes geniales. Empecé hablando de lo que es para mí viajar, nunca dudaron cuando le dije que iba con mis piernas redondas con rayos; me contestaron: “LOS ESPERAMOS”. Acondicionaron una habitación y el baño estaba adaptado, también les pedí que mandaran algún remisero a buscarme al aeropuerto, cuando llegué al hall de arribos acompañado por personal de Aerolíneas allí estaba, paradito con un cartel que decía mi nombre (me sentí importante, por un instante), me subió a su 4x4 y supo manejarme muy bien. Ya en viaje, me dice si había contratado una agencia de turismo, le digo que no, a lo cual me dice “sabe, yo siempre junto cuatro pasajeros y tengo un itinerario, pero si usted quiere le abarato los viajes y va usted solo y le bajo la silla donde quiera para tomarle unas fotos”; cerré trato, y lo que quedaba del viaje lo terminamos a las carcajadas. Conocí toda la Quebrada, sus colores, sus cerros, las salinas grandes; este buen hombre me preguntaba repetidamente si me sentía cansado, yo le respondía “NO, SIGAMOS”. La verdad, los caminos son difíciles, vas a los saltos, pero él era muy cuidadoso. Me llevó a IRUYA y también me mostró TRES CRUCES, el lugar donde nació, con mucho orgullo me contó de cuando era niño y con una mirada brillosa de dignidad me dijo “YO SOY COYA”. Llegamos a La QUIACA y pasamos a Bolivia, dejamos el coche a un lado y él empujaba la silla, éramos un equipo del DAKAR; había miradas extrañadas, pero nos seguíamos. Después me hizo conocer las barrancas Tomás Abdul Tolay, en la puna a más de 4000m de altura donde una población que habitó esas tierras dejó plasmado en la roca (petroglifos) hace más de 10.000 años. Otra emoción en ese lugar, hizo que sonaran en mi cabeza unas palabras del Dr. Dubrovsky cuando me dio el diagnóstico, de esto ya hace mucho tiempo: “Andá viendo, aprendiendo, esto de la computación porque vas a pasar días quietos delante de una pantalla”; el punto de esto es que a mí nunca me interesó la cibernética; y fue cuando estaba allí, mirando las llamas dibujadas en la roca cuando recordé inevitablemente esa amigable sugerencia. Tenía una emoción mucho más grande que todas las anteriores (estoy más viejo) y fue cuando lo imaginé sentado enfrente de mí, arriba de una piedra y entretanto yo lo miraba le decía: ¡¡VISTE DUBRO DONDE LLEGAMOS!!”


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