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Ascensores seguros y accesibles.

Silvia Coriat. Diario La Nación, Arquitectura, 01/98. También, publicado en Ascensores I, en Lo Urbano y Lo Humano. Hábitat y Discapacidad (2° ed.), Ed. Nobuko, Universidad de Palermo y Fundación Rumbos, Buenos Aires, 2011 (pp.158-159).

Fragmentando prolijamente la realidad para poder estudiar cada parte en profundidad, a menudo corremos el riesgo de internalizar cada fragmento como si fuera un todo, y los beneficios de la segmentación nos juegan en contra.

Tal el caso de la controvertida ordenanza N° 46275 que "trata de solucionar los graves problemas de seguridad en las puertas de ascensores denominadas "tijera", (las que)"han venido ocasionando graves accidentes a los usuarios, particularmente a los niños".

Esta ordenanza se ocupa de un problema específico: evitar fracturas y amputaciones en miembros superiores o inferiores (pie de ascensor), producidos por traspasar el plano vertical de las puertas.


Los casos típicos

Si focalizamos una puerta tijera y un niño frente a ella, es evidente el riesgo que corren sus deditos. Alejémonos unos pocos metros, sin dejar de focalizar al niño y a la puerta, y abarquemos un poco más del entorno: el sistema de apertura y cierre, la visualización de la llegada o partida del ascensor, y también otros usuarios: personas ancianas que, aunque no "traviesas" o curiosas como los chicos, pueden ser distraídas, olvidadizas, torpes. Pueden, por ejemplo, confundirse y abrir la puerta del rellano creyendo que está el ascensor, y caer al vacío.

Alejémonos algo más, e incorporemos la escalera, con aquel antiguo cartel que decía: "habiendo escalera en el edificio, el propietario no se responsabiliza por el uso del ascensor". ¿Se refería este cartel a las puertas tijera? ¿Al riesgo de caer al vacío? ¿Al riesgo de trasladarse en un equipo de 60 años de antigüedad? (No: en esa época los ascensores eran nuevos. Hoy llegan a tener hasta 60 años. Igual que un automóvil de museo.)

Los problemas de seguridad que plantean los ascensores existentes desbordan ampliamente el riesgo ocasionado por las oquedades de las puertas tijera, aún con la aplicación de otra ordenanza en vigencia: la N° 49308, de conservación obligada de ascensores.


También, normales

Y si extendemos aún más la mira, constataremos que a los pisos superiores suben, además de niños traviesos y ancianos distraídos, personas "normales" con un cochecito plegado colgado de un brazo, y en el otro brazo el bebé; y otras personas que utilizan, por ejemplo, sillas de ruedas. A veces pueden usar el ascensor, a veces no, según sus dimensiones. Entonces la alternativa es la escalera, y el texto del antiguo cartel debiera decir ahora: "habiendo ascensor en el edificio, el propietario no se hace responsable por los accidentes ocasionados por el uso de la escalera".

Cuando personas en silla de ruedas comenzaron a quedar atrapadas dentro o fuera de los edificios, según donde estuvieran justo antes de la modificación de las puertas " tijera", nos dimos cuenta que se estaba generando un grave problema. Porque las "soluciones" adoptadas redujeron la luz libre de paso y las dimensiones interiores de cabina. Tan sólo unos centímetros, pero los suficientes como para tornar inaccesibles a los ascensores, y con ellos a edificios enteros.


Las soluciones

¿Por qué sucedió esto? Porque el análisis del problema no superó la amplitud de mira más allá del niño frente al ascensor. La "solución" adoptada, en cambio, sí produjo consecuencias que van más allá de lo previsto: con la modificación, las puertas tienden a ocupar más espacio que antes en posición de abiertas, y muchas de ellas con dimensiones de paso aún menores a los obsoletos 60 cm. establecidos por el Código de Edificación para los ascensores de menor capacidad. (Dimensiones que no contemplan a personas con movilidad reducida: Una silla de ruedas "standard" para adulto ronda los 70 cm. de ancho.)

Seguridad y accesibilidad son requerimientos insoslayables, y de ninguna manera se oponen entre sí. Plantear la supremacía de uno sobre otro implicaría una incapacidad para encarar emprendimientos metropolitanos con la complejidad que conllevan niveles de integración de diferentes problemáticas.


Diario La Nación, enero de 1998.


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